Santiago de Chile -
FotosAmunike define entre Ayala y Chamot, en Atlanta 96; Park Ji Sung, el capitán coreano, aporta velocidad y desequilibrio - Archivo

DE BESTIA NEGRA A BUEN AUGURIO  


Un error de cálculo defensivo y una aparición espectral. Aquel gol de Emmanuel Amunike cuando se agotaba el tiempo reglamentario sellaba la victoria más trascendente de la historia del fútbol nigeriano. ¿El resultado? 3 a 2. ¿Cuándo? En la final de los Juegos Olímpicos de Atlanta 96. ¿La víctima? Argentina. El equipo de Daniel Passarella había estado en ventaja por 2 a 1 y acariciaba la medalla de oro, una conquista por entonces inédita para el fútbol criollo. Pero una increíble reacción condujo a las Águilas Verdes al peldaño más alto del podio y disparó los saltos acrobáticos de Nwankwo Kanu, Okocha, Amokachi, Ikpeba, Babayaro, Taribo West y el resto de aquella generación realmente dorada. En realidad, todo un continente se abrazaba a sus nuevos héroes.
África acababa de dar el primer zarpazo.
En el tramo decisivo rumbo al título, el equipo nigeriano dirigido por Johannes Bonfrere había emocionado a la gran platea mundial. Pese a ir perdiendo por 3 a 1 en la semifinal ante Brasil, un scratch conformado por estrellas como Bebeto, Ronaldo y Rivaldo, los africanos nunca bajaron los brazos y, otra vez al filo del cierre, Ikpeba y Kanu llevaron el partido al suplementario. Pero a sólo tres minutos de comenzado el tiempo extra, nuevamente Kanu, el elegido, certificó un vuelco tan impensado como electrizante. Un par de días más tarde, en el desenlace del torneo, ante 86.117 espectadores en el Sanford Stadium, en la ciudad de Athens, Georgia, Nigeria daría otro puñetazo en la mesa de los grandes. Argentina, que seis años antes había sufrido el arrollador amanecer del fútbol africano al recibir un cachetazo de Camerún en el debut del Mundial de Italia, ahora se topaba con otra sombra negra que directamente la mandaba al diván.
Parecía que Nigeria había llegado para instalarse como un incómodo inquilino del seleccionado. Algunos años antes, en el Mundial Sub 17 de Japón, en 1993, en Nagoya, las Águilas les habían asestado un mazazo a los chicos que dirigía Mostaza Merlo: 4 a 0, con Oruma, Babangida, Babayaro y, desde ya, Kanu, que hasta dejó su rúbrica en el marcador. En Estados Unidos 94, en el mitológico partido de la enfermera llevándose de la mano a Maradona para el control antidoping, la Argentina de Basile comenzó en desventaja y dos goles de Caniggia revirtieron un choque tan duro que Luis Islas se vistió de héroe en los últimos minutos para evitar el empate. Un año después, en 1995, en el fabuloso estadio Rey Fahd, en el desierto saudí, un nuevo duelo, ahora por la Copa de las Confederaciones, terminó empatado sin goles, con Néstor Fabbri como bastión de la resistencia. En los 90, Nigeria se volvió una pesadilla. Su sola mención agitaba el tembladeral.
Claro que la década siguiente invirtió la tendencia. Argentina domó al fantasma y hasta tomó impulso en el trampolín nigeriano para desatar algunos de sus principales festejos. Volvieron a sobrevolar infaustos recuerdos cuando el sorteo de la Copa del Mundo de 2002 colocó a los africanos en el debut, pero aunque se trató de un éxito ajustado, el cabezazo de Batistuta impuso orden. Aquél significó el último choque entre mayores, un cruce que se reeditará este sábado en Johannesburgo. Sí, otra vez en un estreno mundialista.
Pero, además, el destino propuso que Nigeria fuese el último obstáculo para dos consagraciones albicelestes. Dos penales de Messi le permitieron a la Argentina derrotar a las Águilas y alzar una nueva corona Sub 20, en el Mundial que en 2005 se disputó en Holanda. Ese conjunto de Pancho Ferraro se impuso por 2 a 1; además de la Pulga, a los 57 minutos Sergio Agüero reemplazó a Oberman. De aquella Nigeria juvenil a esta que llegó a los tumbos a Sudáfrica se repiten cuatro rivales: los defensores Taye Taiwo (Marsella) y Dele Adeleye (Sparta Rotterdam, de Holanda); el volante Sani Kaita (Alaniya, Rusia) y el delantero Chinedu Ugbuke Obasi (Hoffenheim, Alemania). También iba a estar el mediocampista John Obi Mikel (Chelsea), hasta que la rodilla derecha lo traicionó.
En la última coronación argentina también apareció Nigeria, ya casi como prenuncio de buenas noticias. Fue el desquite de Atlanta 96, porque esta vez en los Juegos de Pekín 2008 la medalla dorada decoró el pecho de Mascherano, Messi, Sergio Romero, Agüero y Angel Di María, autor del gol en la final. Nuevamente se toparon con Adeleye, Kaita, Ugbuke Obasi y el delantero Victor Obinna (Málaga, España), una de las figuras por las que los africanos apuestan hoy. Parece que la Argentina encontró el hechizo para domesticar a las Águilas. Ese adversario indómito y traumático se convirtió en un talismán que invita a los mejores pronósticos.

COREA, UN EQUIPO MOLESTO  

Por Christian Leblebidjian
RUSTEMBURGO.- Huh Jung-Moo ya no se sacrifica en la cancha ni raspa rivales con la camiseta de Corea del Sur, como lo hizo en México 1986. Ahora tendrá otro tipo de duelo con Diego Maradona. Sin contacto físico, como lo retrató aquella famosa foto en tierras aztecas, medirán sus fuerzas desde los bancos de suplentes, por la 2° fecha del Grupo B. El gran objetivo será pasar de etapa, ya que sólo cuando fueron locales en 2002 los coreanos lograron hacerlo, además de conseguir un histórico 4° puesto.
Nada perturba al plantel de Corea del Sur, alojado en el Hunters Rest Hotel, en las colinas de Magaliesberg, a las afueras de Rustemburgo. Cada jugador posee una habitación con patio privado y todas las comodidades, entre ellas el spa y la sala de masajes. Sus preocupaciones son sólo futbolísticas y, en ese sentido, se sienten favoritos para pasar de etapa y más aún en el minitorneo frente a Nigeria y Grecia. La única duda pasa por ver si el experimentado delantero Lee Dong-Gook, que padece una lesión en el muslo derecho, podrá jugar unos minutos en el debut del próximo sábado ante Grecia, en Bloemfontein.
Para disputar su 8° Mundial, el séptimo consecutivo desde México 86 (el anterior fue en 1954), Corea aparecerá con un sistema táctico 4-5-1, apoyado en el orden, la velocidad y rapidez de sus futbolistas. Primero para defender en bloque y con mucha presión, y luego para salir de contraataque y lastimar en el momento menos pensado del rival, con pelotazos frontales a las espaldas de los centrales. En las pelotas paradas marcan hombre a hombre y pueden sorprender tirando el achique (como ante España). En ataque mandan a cinco o seis posibles cabeceadores, como hicieron ante Japón y España.
Con la posesión del balón, centraliza mucho el juego. Sus jugadores no atacan por los costados, van de afuera hacia adentro. Apuestan a la verticalidad de Park Ji-Sung (la figura) -ubicado como una especie de mediapunta- y su desequilibrio en velocidad en el uno contra uno. No muestran un juego asociado y buscan los disparos desde afuera del área por intermedio de Lee Chung-Yong, Ki Sung Yueng, Park Chu-Young y, por supuesto, del obediente Park Ji-Sung (así le marcó a Japón en el amistoso jugado en Saitama). Ingresando por la zona de los centrales también llegó la acción del penal -no hubo foul- que convirtió el otro Park (Chu-Young), para el 2-0. Y pese a perder 1-0, por allí también complicó a España. Deberán estar muy atentos Demichelis y Samuel porque los coreanos les pueden sacar ventajas en una corrida con espacios y Mascherano debería ayudar como parte de ese triángulo defensivo.
Por sus actuaciones en Suwon Samsung, hay incertidumbre sobre lo que pueda rendir el experimentado arquero Lee Won-Jae, de 37 años, aunque Jung Sung-Ryong tampoco mostró firmeza (sobre todo en el juego aéreo) ante Japón. Los Guerreros del Taeguk se defienden con mucha gente por detrás de la línea de la pelota, aunque un talón de Aquiles puede encontrarse cuando pierden el balón en ataque: en su desesperación por recuperarlo rápido (y confiándose en exceso de su velocidad) los futbolistas barrenan y van al piso desde atrás. La ansiedad no les permite pasar la línea de la pelota y marcar de frente al rival: intentan cortar la jugada antes. Y teniendo en cuenta el juego de Messi, Di María o Higuaín... una infracción así no sólo puede desencadenar un tiro libre de gol para la Argentina, sino también provocar una tarjeta amarilla para el infractor. El equipo albiceleste, si maneja bien la pelota, puede en un contragolpe quedar 4 vs. 4 y lastimar. Contra España, los coreanos mostraron un mayor orden para defender y siempre quedar en superioridad 2 vs. 1.
Corea juega un 4-5-1, pero que muchas veces cambia en un 4-4-2. Incluso ante Japón terminó con cinco defensores (5-4-1) para aferrarse a un triunfo que no le dio tres puntos, pero sí dominio geográfico . Con respecto a los últimos años ganaron orden táctico y mantienen la velocidad. Fue interesante el trabajo defensivo realizado ante España, con mucha dinámica y presión. Arriba juegan con mucha movilidad y no debería sorprender si el único delantero (Park Chu-Young) termina haciéndole marca personal a Verón. Corea del Sur es un equipo molesto: juega corto, presiona y achica líneas, que no se excede con las infracciones, que sorprende por la movilidad de sus futbolistas y en ataque avanza sin referencias fijas. Rotan constantemente. España no tuvo desdoblamiento por los costados ni intentó con paredes ni juego corto. En ese sentido, quizá Maradona encuentre una primera llave jugando con Jonás y Clemente como laterales y con Maxi Rodríguez por la derecha, un volante con pegada que desde afuera puede romper una defensa cerrada como lo hizo Jesús Navas para España. Argentina es superior, pero enfrente tendrá un lindo problema para confirmarlo.