Santiago de Chile -


Los jugadores italianos abandonan el césped cabizbajos. | Ap
Los jugadores italianos abandonan el césped cabizbajos. | Ap
  • Smeltz adelantó a los 'kiwis' en una jugada a balón parado
  • Iaquinta empató tras un polémico penalti sobre De Rossi
  • Los de Lippi se la jugarán en el último partido ante Eslovaquia
Ni siquiera en los planes de los ancestrales enemigos de Italia entraba un empate contra Nueva Zelanda, y sin embargo anda tan extraño este Mundial, y tan mal la campeona del mundo, que incluso se puede dar por contento. Es cierto que Italia fue mejor y que tuvo muchas más ocasiones, pero si un disparo del jovencito Wood a falta de ocho minutos hubiese lamido el palo pero por dentro ahora la cosa estaría mucho más fea.

Italia depende de sí misma, y esa es la única buena noticia que puede sacar del partido. Por lo demás, no hay ningún motivo para sonreír en la 'azzurra', incapaz de hacerle más de un gol a uno de los peores equipos del torneo. Deberá ganarle a Eslovaquia para no pasar problemas, pues un empate no le garantiza nada, y le obligaría a mirar a lo que suceda en el Paraguay-Nueva Zelanda, con los sudamericanos con un pie en octavos. De hecho, descontadas Holanda y Argentina, ninguna de las grandes va a ver la última jornada con tranquilidad. Menudo Mundial.
El gol de Smeltz en el minuto siete para Nueva Zelanda obligó a Italia a remar contracorriente. Igual que ante Paraguay, estaba por debajo en el marcador. Igual que ante Paraguay, en una jugada a balón parado. E igual que ante Paraguay, con una deficiente actuación de Cannavaro, al que cada vez le son más evidentes las costuras. Es cierto que la jugada admite dudas, muchísimas, pues da la impresión de que en un primer momento toca con la cabeza el lateral derecho, Reid, y que el delantero está en fuera de juego. Pero no hay una imagen nítida, y el árbitro dio el gol. No hay más que hablar.
Pudieron empatar los de Lippi en idéntica jugada, un balón parado buscando el punto de penalti, al minuto siguiente, y desde ahí fue un constante acoso, con más coraje que fútbol, la verdad, a la italiana, suficiente contra una selección horrible. Nueva Zelanda dejó llegar a la línea de fondo, permitió los centros y en esos barullos se entregaba a la fortaleza de sus centrales y a las manos extrañas de su portero, poco ortodoxo pero efectivo.
Montolivo lanzó al palo poco antes de que Smith cometiera un penalti estúpido sobre De Rossi en el área chica. Lo transformó Iaquinta, y con una hora por delante todo el mundo dio por hecha la victoria italiana. Al descanso se llegó con más sosiego, y a la vuelta Lippi quiso dinamizar a los suyos metiendo a Camoranesi y a Di Natale, este por un espectro de Gilardino, que es quien ha venido a este Mundial. El delantero del Udinese meneó las cosas cerca del área del rival, y llegaron remates, más o menos claros, de Iaquinta, Zambrotta, Chiellini y el propio Di Natale, resueltos casi siempre con la aparición inesperada de un pie, un muslo o una cadera.
Italia nunca se pone nerviosa por el avance del reloj, de modo que siempre confió en sí misma, justo hasta que una jugada personal de Wood, un chico que juega en el West Bromwich inglés, de apenas 18 años, le aguantó la tarascada a Cannavaro y remató junto al poste. Ahí sí, ahí se aceleró Italia, incapaz en los últimos minutos de sacudirse la angustia y obligada ahora a ganar, con lo poco que eso le gusta.