Dicen Cocu y De Boer, técnicos asistentes de Holanda, que esta selección lo tiene todo para ganar el Mundial. Vamos, que no necesitan ni a la Reina Beatriz en calzones ni a Rob Rensenbrink redivivo. Allá cada uno con sus razones. Sin embargo, Robben aparte, resulta difícil explicar tan desbordante optimismo, sobre todo tras la victoria ante Eslovaquia.
A los holandeses se les ve desde lejos, y no sólo por el naranja de la camiseta. Algún tipo avispado en Mozambique se habrá percatado de sus intenciones. Son un equipo eficaz, aburrido y previsible, pónganlo en su orden preferido. Ritmo lento, control en el medio y algún detalle de su número 11, decisivo una vez más en Durban. Arreciaba el poniente por el fondo abierto del estadio y la vieja Holanda del 4-3-3 era un vestigio del pasado barrido por el viento.
Muchos soplaban las vuvuzelas y cuando les faltaba el aire se levantaban del banco para hacer la ola. Otros sacaban los prismáticos en busca de las celebérrimas chicas de la cerveza Bavaria. Cualquier cosa menos seguir aguantando lo que pasaba ahí abajo.
Fue una hora de insoportable tedio en el Moses Mahbida. Desde el 1-0 de Robben hasta la sentencia de Sneijder. Demasiado tiempo ante un rival limitado, conforme con su suerte antes de entrar en acción. Desde su victoria ante Italia habían disfrutado con sus cuatro días de gloria. Llegaban sin presiones y querían proponer de nuevo algo parecido. En el día clave no tenían nada que perder. Sin embargo, su drama fue que nunca encontraron un solo argumento para ganar.
Ni Hamsik, siempre avizor con su imposible flequillo en el círculo central. Ni el goleador Vittek, que maquilló con un penalti en el descuento y que desperdició la mejor ocasión ante un inspirado Sketelenburg en el minuto 80. Ni el diminuto Stoch, un demonio ante los italianos, pero que esta vez sólo se asomó con peligro en el balón parado y con un disparo también en la recta final. Apenas hubo noticias de Eslovaquia en Durban, demasiado convencida de su papel secundario. Sólo el pobre Radoslav Zabavnik, lateral izquierdo del Mainz 05, apareció continuamente. El problema es que se le vio mucho porque perseguía a un tipo que no valía para el Madrid y que había jugado por primera vez de titular tras su lesión.
Robben fue indudablemente el mejor el día en que regresaba al once tras su lesión. La gente se lo reconoció en el minuto 70 con la mayor ovación de la tarde. En su lugar salió Elia, se puso en la izquierda, y dejó también algún regate para llevarse a la boca. Kuyt se cambio de banda y siguió con sus carreras. En una de ellas, miren por donde, cazó un balón de nadie, regateó a Mucha y obsequió a Sneijder con el 2-0. De esta manera, quede constancia del dato, Holanda sumaba su cuarta victoria en cuatro partidos. Los defensas fueron a festejar el gol al banquillo, con Van Marwijk, el técnico que les ha convencido para jugar de otra manera.
A los holandeses se les ve desde lejos, y no sólo por el naranja de la camiseta. Algún tipo avispado en Mozambique se habrá percatado de sus intenciones. Son un equipo eficaz, aburrido y previsible, pónganlo en su orden preferido. Ritmo lento, control en el medio y algún detalle de su número 11, decisivo una vez más en Durban. Arreciaba el poniente por el fondo abierto del estadio y la vieja Holanda del 4-3-3 era un vestigio del pasado barrido por el viento.
Muchos soplaban las vuvuzelas y cuando les faltaba el aire se levantaban del banco para hacer la ola. Otros sacaban los prismáticos en busca de las celebérrimas chicas de la cerveza Bavaria. Cualquier cosa menos seguir aguantando lo que pasaba ahí abajo.
Fue una hora de insoportable tedio en el Moses Mahbida. Desde el 1-0 de Robben hasta la sentencia de Sneijder. Demasiado tiempo ante un rival limitado, conforme con su suerte antes de entrar en acción. Desde su victoria ante Italia habían disfrutado con sus cuatro días de gloria. Llegaban sin presiones y querían proponer de nuevo algo parecido. En el día clave no tenían nada que perder. Sin embargo, su drama fue que nunca encontraron un solo argumento para ganar.
Ni Hamsik, siempre avizor con su imposible flequillo en el círculo central. Ni el goleador Vittek, que maquilló con un penalti en el descuento y que desperdició la mejor ocasión ante un inspirado Sketelenburg en el minuto 80. Ni el diminuto Stoch, un demonio ante los italianos, pero que esta vez sólo se asomó con peligro en el balón parado y con un disparo también en la recta final. Apenas hubo noticias de Eslovaquia en Durban, demasiado convencida de su papel secundario. Sólo el pobre Radoslav Zabavnik, lateral izquierdo del Mainz 05, apareció continuamente. El problema es que se le vio mucho porque perseguía a un tipo que no valía para el Madrid y que había jugado por primera vez de titular tras su lesión.
Robben fue indudablemente el mejor el día en que regresaba al once tras su lesión. La gente se lo reconoció en el minuto 70 con la mayor ovación de la tarde. En su lugar salió Elia, se puso en la izquierda, y dejó también algún regate para llevarse a la boca. Kuyt se cambio de banda y siguió con sus carreras. En una de ellas, miren por donde, cazó un balón de nadie, regateó a Mucha y obsequió a Sneijder con el 2-0. De esta manera, quede constancia del dato, Holanda sumaba su cuarta victoria en cuatro partidos. Los defensas fueron a festejar el gol al banquillo, con Van Marwijk, el técnico que les ha convencido para jugar de otra manera.